En aquel tiempo, iba Jesús camino de una ciudad llamada Naín, e iban con él sus discípulos y mucho gentío. Cuando se acercaba a la entrada de la ciudad, resultó que sacaban a enterrar a un muerto, hijo único de su madre, que era viuda; y un gentío considerable de la ciudad la acompañaba. Al verla el Señor, le dio lástima y le dijo:
-«No llores.»Se acercó al ataúd, lo tocó (los que lo llevaban se pararon) y dijo:
-«¡Muchacho, a ti te lo digo, levántate! »
El muerto se incorporo y empezó a hablar, y Jesús se lo entregó su madre. Todos, sobrecogidos, daban gloria a Dios, diciendo:
-«Un gran Profeta ha surgido entre nosotros. Dios ha visitado su pueblo.»
La noticia del hecho se divulgó por toda la comarca y por Judea entera.
Lucas 7, 11-17
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