¡Oh Luis Santo adornado de angélicas
costumbres! Yo, indigno devoto vuestro os encomiendo la castidad de mi alma y
de mi cuerpo, para que os dignéis encomendarme al Cordero Inmaculado, Cristo
Jesús, y a su purísima Madre, Virgen de vírgenes, guardándome de todo pecado.
No permitáis, Angel mío, que manche mi alma con la menor impureza; antes bien,
cuando me viereis en la tentación o peligro de pecar, alejad de mi corazón
todos los pensamientos y afectos impuros; despertad en mí la memoria de la
eternidad y de Jesús Crucificado; imprimid hondamente en mi corazón un profundo
sentimiento de temor santo de Dios, y abrasadme en su divino amor, para que
así, siendo imitador vuestro en la tierra, merezca gozar de Dios en vuestra
compañía en la gloria. Amén.
viernes, 21 de junio de 2013
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