Señor, Padre Santo,
que nos has preparado el alimento de la Eucaristía;
envíanos la fuerza del Espíritu
que nos haga capaces de subir al Monte Santo
donde podamos entrar en comunión con tu Hijo.
Haz que la Iglesia
guste siempre este alimento sustancial;
danos hambre de Jesucristo:
hambre de su Palabra
y hambre del Sacramento
de su Presencia permanente.
Que los fieles, saciados con este alimento
y guiados por el Espíritu Santo,
construyan animosos su Reino,
mientras esperan la vida eterna
y en majestad.
Concédenos un futuro asentado en tu Eucaristía;
bendice a tus sacerdotes
y haz que nuestra Iglesia sea rica en esperanza;
llama a muchos jóvenes al sacerdocio,
a la vida consagrada y al matrimonio cristiano,
para que todos podamos experimentar
el fruto de la Redención.
Que la Virgen María,
Madre Bendita de nosotros pecadores,
nos ayude a valorar la Carne y Sangre de Jesús
que ella misma tuvo en sus entrañas.
Que toda la Iglesia,
contemplando el tesoro
que también ella lleva en su interior,
pueda presentar al mundo a Jesucristo
como alimento y bebida de vida eterna.
Amén.
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