viernes, 29 de abril de 2011

Domingo 2º de Pascua (A)

DOMINGO DE LA DIVINA MISERICORDIA


PRIMERA LECTURA

Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles 2, 42-47

Los hermanos eran constantes en escuchar la enseñanza de los apóstoles, en la vida común, en la fracción del pan y en las oraciones. Todo el mundo estaba impresionado por los muchos prodigios y signos que los apóstoles hacían en Jerusalén. Los creyentes vivían todos unidos y lo tenían todo en común; vendían posesiones y, bienes, y lo repartían entre todos, según la necesidad de cada uno. A diario acudían al templo todos unidos, celebraban la fracción del pan en las casas y comían juntos, alabando a Dios con alegría y de todo corazón; eran bien vistos de todo el pueblo, y día tras día el Señor iba agregando al grupo los que se iban salvando.

Palabra de Dios.


SALMO RESPONSORIAL Sal 117, 2-4. 13-15. 22-24

R. Dad gracias al Señor porque es bueno,
porque es eterna su misericordia.

Diga la casa de Israel:
eterna es su misericordia.
Diga la casa de Aarón:
eterna es su misericordia.
Digan los fieles del Señor:
eterna es su misericordia. R.

Empujaban y empujaban para derribarme,
pero el Señor me ayudó;
el Señor es mi fuerza y mi energía,
él es mi salvación.
Escuchad: hay cantos de victoria
en las tiendas de los justos. R.

La piedra que desecharon los arquitectos
es ahora la piedra angular.
Es el Señor quien lo ha hecho,
ha sido un milagro patente.
Éste es el día en que actuó el Señor:
sea nuestra alegría y nuestro gozo. R.


SEGUNDA LECTURA

Lectura de la primera carta del apóstol san Pedro 1, 3-9

Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, que en su gran misericordia, por la resurrección de Jesucristo de entre los muertos, nos ha hecho nacer de nuevo para una esperanza viva, para una herencia incorruptible, pura, imperecedera, que os está reservada en el cielo. La fuerza de Dios os custodia en la fe para la salvación que aguarda a manifestarse en el momento final. Alegraos de ello, aunque de momento tengáis que sufrir un poco, en pruebas diversas: así la comprobación de vuestra fe -de más precio que el oro, que, aunque perecedero, lo aquilatan a fuego- llegará a ser alabanza y gloria y honor cuando se manifieste Jesucristo. No habéis visto a Jesucristo, y lo amáis; no lo veis, y creéis en él; y os alegráis con un gozo inefable y transfigurado, alcanzando así la meta de vuestra fe: vuestra propia salvación.

Palabra de Dios.


EVANGELIO



Lectura del santo evangelio según san Juan 20, 19-31

Al anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo:
- «Paz a vosotros.»
Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió:
- «Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo. »
Y, dicho esto, exhaló su aliento sobre ellos y les dijo:
- «Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos.»
Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Y los otros discípulos le decían:
- «Hemos visto al Señor.»
Pero él les contestó:
- «Si no veo en sus manos la señal de los clavos, si no meto el dedo en el agujero de los clavos y no meto la mano en su costado, no lo creo.»
A los ocho días, estaban otra vez dentro los discípulos y Tomás con ellos. Llegó Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio y dijo:
- «Paz a vosotros.»
Luego dijo a Tomás:
- «Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente.»
Contestó Tomás:
- «¡Señor mío y Dios mío!»
Jesús le dijo:
- «¿Porque me has visto has creído? Dichosos los que crean sin haber visto.»
Muchos otros signos, que no están escritos en este libro, hizo Jesús a la vista de los discípulos. Éstos se han escrito para que creáis que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que, creyendo, tengáis vida en su nombre.

Palabra del Señor.

viernes, 22 de abril de 2011

Vía Crucis Juan Pablo II - Año 2000

VIA CRUCIS

en el Coliseo, presidido por el Santo Padre Juan Pablo II.
Viernes Santo 2000 - Año Santo.
Meditaciones y oraciones del Santo Padre Juan Pablo II.


ORACIÓN INICIAL


El Santo Padre:

En el nombre del Padre y del Hijo, y del Espíritu Santo.
R/. Amén.

"Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame" (Mt 16, 24).

Viernes Santo por la tarde.
Desde hace veinte siglos, la Iglesia se reúne esta tarde para recordar y revivir los acontecimientos de la última etapa del camino terreno del Hijo de Dios. Hoy, como cada año, la Iglesia que está en Roma se congrega en el Coliseo para seguir las huellas de Jesús que, "cargando con su cruz, salió hacia el lugar llamado Calvario, que en hebreo se llama Gólgota" (Jn 19, 17).
Estamos aquí, conscientes de que el via crucis del Hijo de Dios no fue simplemente el camino hacia el lugar del suplicio. Creemos que cada paso del Condenado, cada gesto o palabra suya, así como lo que han visto y hecho todos aquellos que han tomado parte este drama, nos hablan continuamente. En su pasión y en su muerte, Cristo nos revela también la verdad sobre Dios y sobre el hombre.
En este año jubilar queremos reflexionar con particular intensidad sobre el contenido de aquellos acontecimientos, para que nos hablen con renovado vigor a la mente y al corazón, y sean así origen de la gracia de una auténtica participación.
Participar significa tener parte.
¿Qué quiere decir tener parte en la cruz de Cristo?
Quiere decir experimentar en el Espíritu Santo el amor que esconde tras de sí la cruz de Cristo.
Quiere decir reconocer, a la luz de este amor, la propia cruz.
Quiere decir cargarla sobre la propia espalda y, movidos cada vez más por este amor, caminar...
Caminar a través de la vida, imitando a Aquel que "soportó la cruz sin miedo a la ignominia y está sentado a la diestra del trono de Dios" (Hb 12, 2).

Pausa de silencio

Oremos.
Señor Jesucristo,
colma nuestros corazones con la luz de tu Espíritu Santo,
para que, siguiéndote en tu último camino,
sepamos cuál es el precio de nuestra redención
y seamos dignos de participar
en los frutos de tu pasión, muerte y resurrección.
Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos.
R/. Amén.


Primera estación
JESÚS ES CONDENADO A MUERTE



V/. Adoramus te, Christe, et benedicimus tibi.
R/. Quia per sanctam crucem tuam redemisti mundum.

"¿Eres tú el Rey de los judíos?" (Jn 18, 33)
"Mi Reino no es de este mundo. Si mi Reino fuese de este mundo, mi gente habría combatido para que no fuese entregado a los judíos: pero mi Reino no es de aquí" (Jn 18, 36).
Entonces Pilato le dijo:
"¿Luego tú eres Rey?"
Respondió Jesús:
"Sí, como dices, soy Rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo: para dar testimonio de la verdad. Todo el que es de la verdad, escucha mi voz".
Le dice Pilato:
"¿Qué es la verdad?"

Con esto, el procurador romano consideró terminado el interrogatorio. Volvió a salir donde los judíos y les dijo: "Yo no encuentro ningún delito en él" (cf. Jn 18, 37-38)
El drama de Pilato se oculta tras la pregunta: ¿qué es la verdad?
No era una cuestión filosófica sobre la naturaleza de la verdad, sino una pregunta existencial sobre la propia relación con la verdad. Era un intento de escapar a la voz de la conciencia, que ordenaba reconocer la verdad y seguirla. El hombre que no se deja guiar por la verdad, llega a ser capaz incluso de emitir una sentencia de condena de un inocente.
Los acusadores intuyen esta debilidad de Pilato y por eso no ceden. Reclaman con obstinación la muerte en cruz. La decisiones a medias, a las que recurre Pilato, no le sirven de nada. No es suficiente infligir al acusado la pena cruel de la flagelación. Cuando el Procurador presenta a la muchedumbre a un Jesús flagelado y coronado de espinas, parece como si con ello quisiera decir algo que, a su entender, debería doblegar la intransigencia de la plaza. Señalando a Jesús, dice: "Ecce homo!" "Aquí tenéis al hombre".
Pero la respuesta es: "¡Crucifícalo, crucifícalo!"
Pilato intenta entonces negociar: "Tomadlo vosotros y crucificadle, porque yo ningún delito encuentro en él" (cf. Jn 19, 5-7).

Está cada vez más convencido de que el imputado es inocente, pero esto no le basta para emitir una sentencia absolutoria.
Entonces, los acusadores recurren a un argumento decisivo: "Si sueltas a ése, no eres amigo del César; todo el que se hace rey se enfrenta al César" (Jn 19, 12).
Es una amenaza muy clara. Intuyendo el peligro, Pilato cede definitivamente y emite la sentencia, si bien con el gesto ostentoso de lavarse las manos: "Inocente soy de la sangre de este justo. Vosotros veréis" (Mt 27, 24).
Así fue condenado a la muerte en cruz Jesús, el Hijo de Dios vivo, el Redentor del mundo.
A lo largo de los siglos, la negación de la verdad ha generado sufrimiento y muerte.
Son los inocentes los que pagan el precio de la hipocresía humana.
No bastan decisiones a medias. No es suficiente lavarse las manos.
Queda siempre la responsabilidad por la sangre de los inocentes.
Por ello Cristo imploró con tanto fervor por sus discípulos de todos los tiempos: Padre, "Santifícalos en la verdad: tu Palabra es verdad" (Jn 17, 17).

ORACIÓN

Cristo, que aceptas una condena injusta,
concédenos, a nosotros y a los hombres de todos los tiempos,
la gracia de ser fieles a la verdad
y no permitas que caiga sobre nosotros
y sobre los que vendrán después de nosotros
el peso de la responsabilidad
por el sufrimiento de los inocentes.
A ti, Jesús, Juez justo,
honor y gloria por los siglos de los siglos.
R/. Amén.

Todos:
Pater noster, qui es in caelis:sanctificetur nomen tuum;adveniat regnum tuum;fiat voluntas tua, sicut in caelo et in terra.Panem nostrum cotidianum da nobis hodie;et dimitte nobis debita nostra,sicut et nos dimittimus debitoribus nostris;et ne nos inducas in tentationem;sed libera nos a malo.

Canto Stabat mater dolorosa iuxta crucem lacrimosa, dum pendebat Filius.


Segunda estación
JESÚS CARGA CON LA CRUZ A CUESTAS



V/. Adoramus te, Christe, et benedicimus tibi.
R./. Quia per sanctam crucem tuam redemisti mundum.


La cruz. Instrumento de una muerte infame.
No era lícito condenar a la muerte en cruz a un ciudadano romano: era demasiado humillante. Pero el momento en que Jesús de Nazaret cargó con la cruz para llevarla al Calvario marcó un cambio en la historia de la cruz.
De ser signo de muerte infame, reservada a las personas de baja categoría, se convierte en llave maestra. Con su ayuda, de ahora en adelante, el hombre abrirá la puerta de las profundidades del misterio de Dios.
Por medio de Cristo, que acepta la cruz, instrumento del propio despojo, los hombres sabrán que Dios es amor.

Amor inconmensurable: "Porque tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo único, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna" (Jn 3, 16).

Esta verdad sobre Dios se ha revelado a través de la cruz.
¿No podía revelarse de otro modo?
Tal vez sí. Sin embargo, Dios ha elegido la cruz.
El Padre ha elegido la cruz para su Hijo, y el Hijo la ha cargado sobre sus hombros, la ha llevado hasta al monte Calvario y en ella ha ofrecido su vida.
"En la cruz está el sufrimiento,
en la cruz está la salvación,
en la cruz hay una lección de amor.
Oh Dios, quien te ha comprendido una vez,
ya no desea ni busca ninguna otra cosa" (Canto cuaresmal polaco)
La Cruz es signo de un amor sin límites

ORACIÓN

Cristo, que aceptas la cruz de las manos de los hombres
para hacer de ella un signo del amor salvífico de Dios por el hombre,
concédenos, a nosotros y a los hombres de nuestro tiempo
la gracia de la fe en este infinito amor,
para que, transmitiendo al nuevo milenio el signo de la cruz,
seamos auténticos testigos de la Redención.
A ti. Jesús, Sacerdote y Víctima,
alabanza y gloria por los siglos de los siglos
R/. Amén.

Todos:
Pater noster, qui es in caelis:sanctificetur nomen tuum;adveniat regnum tuum;fiat voluntas tua, sicut in caelo et in terra.Panem nostrum cotidianum da nobis hodie;et dimitte nobis debita nostra,sicut et nos dimittimus debitoribus nostris;et ne nos inducas in tentationem;sed libera nos a malo.

Canto Cuius animam gementem, contristatam et dolentem pertransivit gladius.


Tercera estación
JESÚS CAE POR PRIMERA VEZ



V/. Adoramus te, Christe, et benedicimus tibi.
R./. Quia per sanctam crucem tuam redemisti mundum.


"Dios cargó sobre él los pecados de todos nosotros" (cf. Is 53, 6).
"Todos nosotros como ovejas erramos,
cada uno marchó por su camino,
y el Señor descargó sobre él la culpa de todos nosotros" (Is 53, 6).
Jesús cae bajo el peso de la cruz. Sucederá tres veces durante el camino relativamente corto de la "via dolorosa".
Cae por agotamiento. Tiene el cuerpo ensangrentado por la flagelación, la cabeza coronada de espinas. Le faltan las fuerzas.
Cae, pues, y la cruz lo aplasta con su peso contra la tierra.

Hay que volver a las palabras del profeta, que siglos antes ha previsto esta caída, casi como si la estuviera viendo con sus propios ojos: ante el Siervo del Señor, en tierra bajo el peso de la cruz, manifiesta el verdadero motivo de la caída: "Dios cargó sobre él los pecados de todos nosotros".
Han sido los pecados los que han aplastado contra la tierra al divino Condenado.
Han sido ellos los que determinan el peso de la cruz que él lleva a sus espaldas.
Han sido los pecados los que han ocasionado su caída.
Cristo se levanta a duras penas para proseguir el camino.
Los soldados que lo escoltan intentan instigarle con gritos y golpes.
Tras un momento, el cortejo prosigue.

Jesús cae y se levanta.
De este modo, el Redentor del mundo se dirige sin palabras a todos los que caen. Les exhorta a levantarse.
"El mismo que, sobre el madero, llevó nuestros pecados en su cuerpo, a fin de que, muertos a nuestros pecados, viviéramos para la justicia; con cuyas heridas habéis sido curados" (1 Pe 2, 24).


ORACIÓN
Cristo, que caes bajo el peso de nuestras culpas
y te levantas para nuestra justificación,
te rogamos que ayudes
a cuantos están bajo el peso del pecado
a volverse a poner en pie
y reanudar el camino.
Danos la fuerza del Espíritu,
para llevar contigo la cruz de nuestra debilidad.
A ti, Jesús, aplastado por el peso de nuestras culpas,
nuestro amor y alabanza por los siglos de los siglos
R/. Amén.

Todos:
Pater noster, qui es in caelis:sanctificetur nomen tuum;adveniat regnum tuum;fiat voluntas tua, sicut in caelo et in terra.Panem nostrum cotidianum da nobis hodie;et dimitte nobis debita nostra,sicut et nos dimittimus debitoribus nostris;et ne nos inducas in tentationem;sed libera nos a malo.

Canto O quam tristis et afflicta fuit illa benedicta mater Unigeniti!


Cuarta estación
JESÚS ENCUENTRA A SU MADRE



V/. Adoramus te, Christe, et benedicimus tibi.
R./. Quia per sanctam crucem tuam redemisti mundum.


"No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios. Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. Será grande, se llamará Hijo del Altísimo, el Señor Dios le dará el trono de David, su padre, reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin" (Lc 1,30-33).
María recordaba estas palabras. Las consideraba a menudo en la intimidad de su corazón.
Cuando en el camino hacia la cruz encontró a su Hijo, quizás le vinieron a la mente precisamente estas palabras. Con una fuerza particular.
"Reinará... Su reino no tendrá fin", había dicho el mensajero celestial.
Ahora, al ver que su Hijo, condenado a muerte, lleva la cruz en la que habría de morir, podría preguntarse, humanamente hablando: ¿Cómo se cumplirán aquellas palabras? ¿De qué modo reinará en la casa de David? ¿Cómo será que su reino no tendrá fin?

Son preguntas humanamente comprensibles.
María, sin embargo, recuerda que tiempo atrás, al oír el anuncio del Ángel, había contestado: "Aquí está la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra" (Lc 1,38).
Ahora ve que aquellas palabras se están cumpliendo como palabra de la cruz. Porque es madre, María sufre profundamente. No obstante, responde también ahora como respondió entonces, en la anunciación: "Hágase en mí según tu palabra".
De este modo, maternalmente, abraza la cruz junto con el divino Condenado.
En el camino hacia la cruz, María se manifiesta como Madre del Redentor del mundo.

"Vosotros, todos los que pasáis por el camino, mirad y ved si hay dolor semejante al dolor que me atormenta" (Lm 1,12).
Es la Madre Dolorosa la que habla,
la Sierva obediente hasta el final,
la Madre del Redentor del mundo.


ORACIÓN

Oh María, tú que has recorrido
el camino de la cruz junto con tu Hijo,
quebrantada por el dolor en tu corazón de madre,
pero recordando siempre el fiat
e íntimamente confiada en que Aquél para quien nada es imposible
cumpliría sus promesas,
suplica para nosotros y para los hombres de las generaciones futuras
la gracia del abandono en el amor de Dios.
Haz que, ante el sufrimiento, el rechazo y la prueba,
por dura y larga que sea,
jamás dudemos de su amor.
A Jesús, tu Hijo,
todo honor y toda gloria por los siglos de los siglos.
R./. Amén.

Todos:
Pater noster, qui es in caelis:sanctificetur nomen tuum;adveniat regnum tuum;fiat voluntas tua, sicut in caelo et in terra.Panem nostrum cotidianum da nobis hodie;et dimitte nobis debita nostra,sicut et nos dimittimus debitoribus nostris;et ne nos inducas in tentationem;sed libera nos a malo.

Canto Quae mærebat et dolebat pia mater, dum videbat Nati pœnas incliti.


Quinta estación
SIMÓN DE CIRENE LLEVA LA CRUZ DE JESÚS



V/. Adoramus te, Christe, et benedicimus tibi.
R./. Quia per sanctam crucem tuam redemisti mundum.


Obligaron a Simón (cf Mt 15, 21).
Los soldados romanos lo hicieron temiendo que el Condenado, agotado, no lograra llevar la cruz hasta el Gólgota. No habrían podido ejecutar en él la sentencia de la crucifixión.
Buscaban a un hombre que lo ayudase a llevar la cruz.
Su mirada se detuvo en Simón. Lo obligaron a cargar aquel peso. Se puede uno imaginar que él no estuviera de acuerdo y se opusiera. Llevar la cruz junto con un condenado podía considerarse un acto ofensivo de la dignidad de un hombre libre.
Aunque de mala gana, Simón tomó la cruz para ayudar a Jesús.

En un canto de cuaresma se escuchan estas palabras: "Bajo el peso de la cruz Jesús acoge al Cireneo". Son palabras que dejan entrever un cambio total de perspectiva: el divino Condenado aparece como alguien que, en cierto modo, "hace don" de la cruz.
¿Acaso no fue Él quien dijo: "El que no toma su cruz y me sigue detrás no es digno de mí" (Mt 10,38)?

Simón recibe un don.
Se ha hecho "digno" de él.
Lo que a los ojos de la gente podía ofender su dignidad, en la perspectiva de la redención, en cambio, le ha otorgado una nueva dignidad. El Hijo de Dios lo ha convertido, de manera singular, en copartícipe de su obra salvífica.

¿Simón, es consciente de ello?
El evangelista Marcos identifica a Simón de Cirene como "padre de Alejandro y de Rufo" (15,21).
Si los hijos de Simón de Cirene eran conocidos en la primitiva comunidad cristiana, se puede pensar también él haya creído en Cristo, precisamente mientras llevaba la cruz. Pasó libremente de la constricción a la disponibilidad, como si hubieran llegado a su corazón aquellas palabras: "El que no lleva su cruz conmigo, no es digno de mí".

Llevando la cruz, fue introducido en el conocimiento del evangelio de la cruz.

Desde entonces este evangelio habla a muchos, a innumerables cireneos, llamados a lo largo de la historia a llevar la cruz junto con Jesús.


ORACIÓN

Cristo, que has concedido a Simón de Cirene
la dignidad de llevar tu cruz,
acógenos también a nosotros bajo su peso,
acoge a todos los hombres
y concede a cada uno la gracia de la disponibilidad.
Haz que no apartemos nuestra mirada de quienes
están oprimidos por la cruz de la enfermedad,
de la soledad, del hambre y de la injusticia.
Haz que, llevando las cargas los unos de los otros,
seamos testigos del evangelio de la cruz
y testigos de ti,
que vives y reinas por los siglos de los siglos.
R./. Amén.

Todos:
Pater noster, qui es in caelis:sanctificetur nomen tuum;adveniat regnum tuum;fiat voluntas tua, sicut in caelo et in terra.Panem nostrum cotidianum da nobis hodie;et dimitte nobis debita nostra,sicut et nos dimittimus debitoribus nostris;et ne nos inducas in tentationem;sed libera nos a malo.

Canto Quis est homo qui non fleret, matrem Christi si videret in tanto supplicio?


Sexta estación
LA VERÓNICA ENJUGA EL ROSTRO DE JESÚS



V/. Adoramus te, Christe, et benedicimus tibi.
R./. Quia per sanctam crucem tuam redemisti mundum.


La Verónica no aparece en los Evangelios. No se menciona este nombre, aunque se citan los nombres de diversas mujeres que aparecen junto a Jesús.
Puede ser, pues, que este nombre exprese más bien lo que esa mujer hizo. En efecto, según la tradición, en el camino del calvario una mujer se abrió paso entre los soldados que escoltaban a Jesús y enjugó con un velo el sudor y la sangre del rostro del Señor. Aquel rostro quedó impreso en el velo; un reflejo fiel, un "verdadero icono". A eso se referiría el nombre mismo de Verónica.
Si es así, este nombre, que ha hecho memorable el gesto de aquella mujer, expresa al mismo tiempo la más profunda verdad sobre ella.
Un día, ante la crítica de los presentes, Jesús defendió a una mujer pecadora que había derramado aceite perfumado sobre sus pies y los había enjugado con sus cabellos. A la objeción que se le hizo en aquella circunstancia, respondió: "¿Por qué molestáis a esta mujer? Pues una obra buena ha hecho conmigo (...). Al derramar este ungüento sobre mi cuerpo, en vista de mi sepultura lo ha hecho" (Mt 26,10.12). Las mismas palabras podrían aplicarse también a la Verónica.
Se manifiesta así la profunda elocuencia de este episodio.
El Redentor del mundo da a Verónica una imagen auténtica de su rostro.

El velo, sobre el que queda impreso el rostro de Cristo, es un mensaje para nosotros. En cierto modo nos dice: He aquí cómo todo acto bueno, todo gesto de verdadero amor hacia el prójimo aumenta en quien lo realiza la semejanza con el Redentor del mundo.

Los actos de amor no pasan. Cualquier gesto de bondad, de comprensión y de servicio deja en el corazón del hombre una señal indeleble, que lo asemeja un poco más a Aquél que "se despojó de sí mismo tomando condición de siervo" (Flp 2,7).
Así se forma la identidad, el verdadero nombre del ser humano.


ORACIÓN

Señor Jesucristo,
tú que aceptaste
el gesto desinteresado de amor de una mujer
y, a cambio, has hecho
que las generaciones la recuerden con el nombre de tu rostro,
haz que nuestra obras,
y las de todos los que vendrán después de nosotros,
nos hagan semejantes a ti
y dejen al mundo el reflejo de tu infinito amor.
Para ti, Jesús, esplendor de la gloria del Padre,
alabanza y gloria por los siglos.
R./. Amén.

Todos:
Pater noster, qui es in caelis:sanctificetur nomen tuum;adveniat regnum tuum;fiat voluntas tua, sicut in caelo et in terra.Panem nostrum cotidianum da nobis hodie;et dimitte nobis debita nostra,sicut et nos dimittimus debitoribus nostris;et ne nos inducas in tentationem;sed libera nos a malo.

Canto Quis non posset contristari, piam Matrem contemplari dolentem cum Filio?


Séptima estación
JESÚS CAE POR SEGUNDA VEZ



V/. Adoramus te, Christe, et benedicimus tibi.
R./. Quia per sanctam crucem tuam redemisti mundum.


"Y yo gusano, que no hombre, vergüenza del vulgo, asco del pueblo" (Sal 22[21],7). Vienen a la mente estas palabras del salmo mientras contemplamos a Jesús, que cae por segunda vez bajo la cruz.

En el polvo de la tierra está el Condenado. Aplastado por el peso de su cruz. Cada vez más le fallan sus fuerzas. Pero, aunque con gran esfuerzo, se levanta para seguir el camino.

¿Qué nos dice a nosotros, hombres pecadores, esta segunda caída? Más aún que de la primera, parece exhortarnos a levantarnos, a levantarnos otra vez en nuestro camino de la cruz.

Cyprian Norwid escribe: "No detrás de sí mismos con la cruz del Salvador, sino detrás del Salvador con la propia cruz". Sentencia breve pero que dice mucho. Explica en qué sentido el cristianismo es la religión de la cruz.
Deja entender que cada hombre encuentra en este mundo a Cristo que lleva la cruz y cae bajo su peso.
A su vez, Cristo, en el camino del Calvario, encuentra a cada hombre y, cayendo bajo el peso de la cruz, no deja de anunciar la buena nueva.

Desde hace dos mil años el evangelio de la cruz habla al hombre.
Desde hace veinte siglos Cristo, que se levanta de la caída, encuentra al hombre que cae.

A lo largo de estos dos milenios, muchos han experimentado que la caída no significa el final del camino.
Encontrando al Salvador, se han sentido sosegados por Él: "Te basta mi gracia: la fuerza se realiza en la debilidad" (2 Co 12,9).
Se han levantado confortados y han transmitido al mundo la palabra de la esperanza que brota de la cruz.
Hoy, cruzado el umbral del nuevo milenio, estamos llamados a profundizar el contenido de este encuentro.
Es necesario que nuestra generación lleve a los siglos venideros la buena nueva de nuestro volver a levantarnos en Cristo.


ORACIÓN

Señor Jesucristo,
que caes bajo el peso del pecado del hombre
y te levantas para tomarlo sobre ti y borrarlo,
concédenos a nosotros, hombres débiles,
la fuerza de llevar la cruz de cada día
y de levantarnos de nuestras caídas,
para llevar a las generaciones que vendrán
el Evangelio de tu poder salvífico.
A ti, Jesús, soporte de nuestra debilidad,
la alabanza y la gloria por los siglos.
R./. Amén.

Todos:
Pater noster, qui es in caelis:sanctificetur nomen tuum;adveniat regnum tuum;fiat voluntas tua, sicut in caelo et in terra.Panem nostrum cotidianum da nobis hodie;et dimitte nobis debita nostra,sicut et nos dimittimus debitoribus nostris;et ne nos inducas in tentationem;sed libera nos a malo.

Canto Pro peccatis suæ gentis vidit Iesum in tormentis, et flagellis subditum.


Octava estación
JESÚS CONSUELA A LAS MUJERES DE JERUSALÉN



V/. Adoramus te, Christe, et benedicimus tibi.
R./. Quia per sanctam crucem tuam redemisti mundum.


"Hijas de Jerusalén, no lloréis por mí;
llorad más bien por vosotras y por vuestros hijos.
Porque llegarán días en que se dirá:
¡Dichosas las estériles, las entrañas que no engendraron
y los pechos que no criaron!
Entonces se pondrán a decir a los montes:
¡Caed sobre nosotros! Y a las colinas: ¡Cubridnos!
Porque si en el leño verde hacen esto,
en el seco ¿qué se hará?" (Lc 23, 28-31)

Son las palabras de Jesús a las mujeres, que lloraban mostrando compasión por el Condenado.

"No lloréis por mí; llorad más bien por vosotras y por vuestros hijos". Entonces era verdaderamente difícil entender el sentido de estas palabras. Contenían una profecía que pronto habría de cumplirse.
Poco antes, Jesús había llorado por Jerusalén, anunciando la horrenda suerte que le iba a tocar.
Ahora, Él parece remitirse a esa predicción: "Llorad por vuestros hijos..."
Llorad, porque ellos, precisamente ellos, serán testigos y partícipes de la destrucción de Jerusalén, de esa Jerusalén que "no ha sabido reconocer el tiempo de la visita" (Lc 19,44).

Si, mientras seguimos a Cristo en el camino de la cruz, se despierta en nuestros corazones la compasión por su sufrimiento, no podemos olvidar esta advertencia.
"Si en el leño verde hacen esto, en el seco ¿qué se hará?"
Para nuestra generación, que deja atrás un milenio, más que de llorar por Cristo martirizado, es la hora de "reconocer el tiempo de la visita".
Ya resplandece la aurora de la resurrección.
"Mirad ahora el momento favorable; mirad ahora el día de salvación" (2 Co 6, 2).

Cristo dirige a cada uno de nosotros estas palabras del Apocalipsis: "Mira que estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y me abre la puerta, entraré en su casa y cenaré con él y él conmigo. Al vencedor le concederé sentarse conmigo en mi trono, como yo también vencí y me senté con mi Padre en su trono" (3, 20-21).


ORACIÓN

Cristo, que has venido a este mundo
para visitar a todos los que esperan la salvación,
haz que nuestra generación
reconozca el tiempo de tu visita
y tenga parte en los frutos de tu redención.
No permitas que por nosotros
y por los hombres del nuevo siglo
se tenga que llorar porque hayamos rechazado
la mano del Padre misericordioso.
A ti, Jesús, nacido de la Virgen, Hija de Sión,
honor y gloria por los siglos de los siglos.
R./. Amén.

Todos:
Pater noster, qui es in caelis:sanctificetur nomen tuum;adveniat regnum tuum;fiat voluntas tua, sicut in caelo et in terra.Panem nostrum cotidianum da nobis hodie;et dimitte nobis debita nostra,sicut et nos dimittimus debitoribus nostris;et ne nos inducas in tentationem;sed libera nos a malo.

Canto Tui Nati vulnerati, tam dignati pro me pati pœnas mecum divide.


Novena estación
JESÚS CAE POR TERCERA VEZ



V/. Adoramus te, Christe, et benedicimus tibi.
R./. Quia per sanctam crucem tuam redemisti mundum.


Cristo se desploma de nuevo a tierra bajo el peso de la cruz. La muchedumbre que observa, está curiosa por saber si aún tendrá fuerza para levantarse.

San Pablo escribe: "El cual, siendo de condición divina, no retuvo ávidamente el ser igual a Dios. Sino que se despojó de sí mismo tomando condición de siervo haciéndose semejante a los hombres y apareciendo en su porte como hombre; y se humilló a sí mismo obedeciendo hasta la muerte y muerte de cruz" (Flp 2,6-8).
La tercera caída parece manifestar precisamente esto: El despojo, la kenosis del Hijo de Dios, la humillación bajo la cruz.
Jesús había dicho a los discípulos que había venido no para ser servido, sino para servir (cf. Mt 20,28).
En el Cenáculo, inclinándose en tierra y lavándoles los pies, parece como si hubiera querido habituarlos a esta humillación suya.
Cayendo a tierra por tercera vez en el camino de la cruz, de nuevo proclama a gritos su misterio.
¡Escuchemos su voz!
Este condenado, en tierra, bajo el peso de la cruz, ya en las cercanías del lugar del suplicio, nos dice: "Yo soy el camino, la verdad y la vida" (Jn 14, 6). "El que me siga no caminará en la oscuridad, sino que tendrá la luz de la vida" (Jn 8, 12).

Que no nos asuste la vista de un condenado que cae a tierra extenuado bajo la cruz.
Esta manifestación externa de la muerte, que ya se acerca, esconde en sí misma la luz de la vida.


ORACIÓN

Señor Jesucristo,
que por tu humillación bajo la cruz
has revelado al mundo el precio de su redención,
concede a los hombres del tercer milenio la luz de la fe,
para que reconociendo en ti
al Siervo sufriente de Dios y del hombre,
tengamos la valentía de seguir el mismo camino,
que, a través de la cruz y el despojo,
lleva a la vida que no tendrá fin.
A ti, Jesús, apoyo en nuestra debilidad,
honor y gloria por los siglos.
R./. Amén.

Todos:
Pater noster, qui es in caelis:sanctificetur nomen tuum;adveniat regnum tuum;fiat voluntas tua, sicut in caelo et in terra.Panem nostrum cotidianum da nobis hodie;et dimitte nobis debita nostra,sicut et nos dimittimus debitoribus nostris;et ne nos inducas in tentationem;sed libera nos a malo.

Canto Eia, mater, fons amoris, me sentire vim doloris fac, ut tecum lugeam.


Décima estación
JESÚS ES DESPOJADO DE SUS VESTIDURAS,
LE DAN A BEBER HIEL Y VINAGRE.



V/. Adoramus te, Christe, et benedicimus tibi.
R./. Quia per sanctam crucem tuam redemisti mundum.


"Después de probarlo, no quiso beberlo" (Mt 27,34).
No quiso calmantes, que le habrían nublado la conciencia durante la agonía.
Quería agonizar en la cruz conscientemente, cumpliendo la misión recibida del Padre.

Esto era contrario a los métodos usados por los soldados encargados de la ejecución. Debiendo clavar en la cruz al condenado, trataban de amortiguar su sensibilidad y consciencia.
En el caso de Cristo no podía ser así. Jesús sabe que su muerte en la cruz debe ser un sacrificio de expiación.
Por eso quiere mantener despierta la consciencia hasta el final.
Sin ésta no podría aceptar, de un modo completamente libre, la plena medida del sufrimiento.

En efecto, Él debe subir a la cruz para ofrecer el sacrificio de la Nueva Alianza.
Él es Sacerdote. Debe entrar mediante su propia sangre en la morada eterna, después de haber realizado la redención del mundo (cf. Hb 9, 12).

Consciencia y libertad: son los requisitos imprescindibles del actuar plenamente humano.
El mundo conoce tantos medios para debilitar la voluntad y ofuscar la consciencia. Es necesario defenderlas celosamente de todas las violencias. Incluso el esfuerzo legítimo por atenuar el dolor debe realizarse siempre respetando la dignidad humana.

Hay que comprender profundamente el sacrificio de Cristo, es necesario unirse a él para no rendirse, para no permitir que la vida y la muerte pierdan su valor.


ORACIÓN

Señor Jesús,
que con total entrega has aceptado la muerte de cruz
por nuestra salvación,
haznos a nosotros y a todos los hombres del mundo
partícipes de tu sacrificio en la cruz,
para que nuestro existir y nuestro obrar
tengan la forma de una participación libre y consciente
en tu obra de salvación.
A ti, Jesús, sacerdote y víctima,
honor y gloria por los siglos.
R./. Amén.

Todos:
Pater noster, qui es in caelis:sanctificetur nomen tuum;adveniat regnum tuum;fiat voluntas tua, sicut in caelo et in terra.Panem nostrum cotidianum da nobis hodie;et dimitte nobis debita nostra,sicut et nos dimittimus debitoribus nostris;et ne nos inducas in tentationem;sed libera nos a malo.

Canto Fac ut ardeat cor meum in amando Christum Deum, ut sibi complaceam.


Decimoprimera estación
JESÚS ES CLAVADO EN LA CRUZ



V/. Adoramus te, Christe, et benedicimus tibi.
R./. Quia per sanctam crucem tuam redemisti mundum.


"Han taladrado mis manos y mis pies, puedo contar todos mis huesos" (Sal 21[22], 17-18).
Se cumplen las palabras del profeta.
Comienza la ejecución.
Los golpes de los soldados aplastan contra el madero de la cruz las manos y los pies del condenado.
En las muñecas de las manos, los clavos penetran con fuerza. Esos clavos sostendrán al condenado entre los indescriptibles tormentos de la agonía.
En su cuerpo y en su espíritu de gran sensibilidad, Cristo sufre lo indecible.

Junto a él son crucificados dos verdaderos malhechores, uno a su derecha y el otro a su izquierda. Se cumple así la profecía: "con los rebeldes fue contado" (Is 53,12).

Cuando los soldados levanten la cruz, comenzará una agonía que durará tres horas. Es necesario que se cumpla también esta palabra: "Y yo cuando sea levantado de la tierra, atraeré a todos hacia mí" (Jn 12, 32).

¿Qué es lo que "atrae" de este condenado agonizante en la cruz?
Ciertamente, la vista de un sufrimiento tan intenso despierta compasión. Pero la compasión es demasiado poco para mover a unir la propia vida a Aquél que está suspendido en la cruz.

¿Cómo explicar que, generación tras generación, esta terrible visión haya atraído a una multitud incontable de personas, que han hecho de la cruz el distintivo de su fe?
¿De hombres y mujeres que durante siglos han vivido y dado la vida mirando este signo?

Cristo atrae desde la cruz con la fuerza del amor,
del Amor divino, que ha llegado hasta del don total de sí mismo;
del Amor infinito, que en la cruz ha levantado de la tierra el peso del cuerpo de Cristo, para contrarrestar el peso de la culpa antigua;
del Amor ilimitado, que ha colmado toda ausencia de amor y ha permitido que el hombre nuevamente encuentre refugio entre los brazos del Padre misericordioso.

¡Que Cristo elevado en la cruz nos atraiga también a nosotros, hombres y mujeres del nuevo milenio!
Bajo la sombra de la cruz, "vivimos en el amor como Cristo nos amó y se entregó por nosotros como oblación y víctima de suave aroma" (Ef 5,2).


ORACIÓN

Cristo elevado,
Amor crucificado,
llena nuestros corazones de tu amor,
para que reconozcamos en tu cruz
el signo de nuestra redención
y, atraídos por tus heridas,
vivamos y muramos contigo,
que vives y reinas con el Padre y el Espíritu Santo,
ahora y por los siglos de los siglos.
R./. Amén.

Todos:
Pater noster, qui es in caelis:sanctificetur nomen tuum;adveniat regnum tuum;fiat voluntas tua, sicut in caelo et in terra.Panem nostrum cotidianum da nobis hodie;et dimitte nobis debita nostra,sicut et nos dimittimus debitoribus nostris;et ne nos inducas in tentationem;sed libera nos a malo.

Canto Sancta mater, istud agas, Crucifix fige plagas, cordi meo valide.


Decimosegunda estación
JESÚS MUERE EN LA CRUZ



V/. Adoramus te, Christe, et benedicimus tibi.
R./. Quia per sanctam crucem tuam redemisti mundum.


"Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen" (Lc 23,34).
En el cúlmen de la Pasión, Cristo no olvida al hombre, no olvida en especial a los que son la causa de su sufrimiento. Él sabe que el hombre, más que de cualquier otra cosa, tiene necesidad de amor; tiene necesidad de la misericordia que en este momento se derrama en el mundo.

"Yo te aseguro: hoy estarás conmigo en el paraíso" (Lc 23,43).
Así responde Jesús a la petición del malhechor que estaba a su derecha: "Jesús, acuérdate de mí cuando estés en tu Reino" (Lc 23,42)
La promesa de una nueva vida. Éste es el primer fruto de la pasión y de la inminente muerte de Cristo. Una palabra de esperanza para el hombre.

A los pies de la cruz estaba la madre, y a su lado el discípulo, Juan evangelista. Jesús dice: "Mujer, ahí tienes a tu hijo. Luego dice al discípulo: Ahí tienes a tu madre" (Jn 19,26-27).
"Y desde aquella hora el discípulo la acogió en su casa" (Jn 19,27).
Es el testamento para las personas que más amaba.
El testamento para la Iglesia.
Jesús al morir quiere que el amor maternal de María abrace a todos por los que Él da la vida, a toda la humanidad.

Poco después, Jesús exclama: "Tengo sed" (Jn 19,28). Palabra que deja ver la sed ardiente que quema todo su cuerpo.
Es la única palabra que manifiesta directamente su sufrimiento físico.
Después Jesús añade: "¡Dios mío, Dios mío! ¿por qué me has abandonado?" (Mt 27,46; cf. Sal 21 [22], 2); son las palabras del Salmo con el que Jesús ora. La frase, no obstante la apariencia, manifiesta su unión profunda con el Padre
En los últimos instantes de su vida terrena, Jesús dirige su pensamiento al Padre. El diálogo se desarrollará ya sólo entre el Hijo que muere y el Padre que acepta su sacrificio de amor.

Cuando llega la hora de nona, Jesús grita: "¡Todo está cumplido!" (Jn 19,30).
Ha llevado a cumplimiento la obra de la redención.
La misión, para la que vino a la tierra, ha alcanzado su propósito.

Lo demás pertenece al Padre:
"Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu" (Lc 23,46).
Dicho esto, expiró.
"El velo del Templo se rasgó en dos..." (Mt 27,51).
El "santo de los santos" en el templo de Jerusalén se abre en el momento en que entra el Sacerdote de la Nueva y Eterna Alianza.


ORACIÓN

Señor Jesucristo,
Tú que en el momento de la agonía
no has permanecido indiferente a la suerte del hombre
y con tu último respiro
has confiado con amor a la misericordia del Padre
a los hombres y mujeres de todos los tiempos
con sus debilidades y pecados,
llénanos a nosotros y a las generaciones futuras
de tu Espíritu de amor,
para que nuestra indiferencia no haga vanos en nosotros
los frutos de tu muerte.
A ti, Jesús crucificado, sabiduría y poder de Dios,
honor y gloria por los siglos de los siglos.
R./. Amén.

Todos:
Pater noster, qui es in caelis:sanctificetur nomen tuum;adveniat regnum tuum;fiat voluntas tua, sicut in caelo et in terra.Panem nostrum cotidianum da nobis hodie;et dimitte nobis debita nostra,sicut et nos dimittimus debitoribus nostris;et ne nos inducas in tentationem;sed libera nos a malo.

Canto Vidit suum dulcem Natum morientem, desolatum dum emisit spiritum.


Decimotercera estación
JESÚS ES BAJADO DE LA CRUZ Y ENTREGADO A SU MADRE



V/. Adoramus te, Christe, et benedicimus tibi.
R./. Quia per sanctam crucem tuam redemisti mundum.


O quam tristis et afflicta
Fuit illa benedicta
Mater Unigeniti.

Han devuelto a las manos de la Madre el cuerpo sin vida del Hijo. Los Evangelios no hablan de lo que ella experimentó en aquel instante.
Es como si los Evangelistas, con el silencio, quisieran respetar su dolor, sus sentimientos y sus recuerdos. O, simplemente, como si no se considerasen capaces de expresarlos.
Sólo la devoción multisecular ha conservado la imagen de la "Piedad", grabando de ese modo en la memoria del pueblo cristiano la expresión más dolorosa de aquel inefable vínculo de amor nacido en el corazón de la Madre el día de la anunciación y madurado en la espera del nacimiento de su divino Hijo.
Ese amor se reveló en la gruta de Belén, fue sometido a prueba ya durante la presentación en el Templo, se profundizó con los acontecimientos conservados y meditados en su corazón (cfr. Lc 2, 51). Ahora este íntimo vínculo de amor debe transformarse en una unión que supera los confines de la vida y de la muerte.

Y será así a lo largo de los siglos:
los hombres se detienen junto a la estatua de la Piedad de Miguel Ángel, se arrodillan delante de la imagen de la Melancólica Benefactora (Smetna Dobrodziejka) en la iglesia de los Franciscanos, en Cracovia, ante la Madre de los Siete Dolores, Patrona de Eslovaquia;
veneran a la Dolorosa en tantos santuarios en todas las partes del mundo. De este modo aprenden el difícil amor que no huye ante el sufrimiento, sino que se abandona confiadamente a la ternura de Dios, para el cual nada es imposible (cf. Lc 1, 37).


ORACIÓN

Salve, Regina, Mater misericordiae;
vita dulcedo et spes nostra, salve.
Ad te clamamus ...
illos tuos misericordes oculos ad nos converte
et Iesum, benedictum fructum ventris tui,
nobis post hoc exilium ostende.
Alcánzanos la gracia de la fe, de la esperanza y de la caridad,
para que también nosotros, como tú,
sepamos perseverar bajo la cruz
hasta al último suspiro.
A tu Hijo, Jesús, nuestro Salvador,
con el Padre y el Espíritu Santo,
todo honor y toda gloria por los siglos de los siglos
R./. Amén.

Todos:
Pater noster, qui es in caelis:sanctificetur nomen tuum;adveniat regnum tuum;fiat voluntas tua, sicut in caelo et in terra.Panem nostrum cotidianum da nobis hodie;et dimitte nobis debita nostra,sicut et nos dimittimus debitoribus nostris;et ne nos inducas in tentationem;sed libera nos a malo.

Canto Fac me vere tecum flere, Crucifixo condolere, donec ego vixero.


Decimocuarta estación
EL CUERPO DE JESÚS ES PUESTO EN EL SEPULCRO



V/. Adoramus te, Christe, et benedicimus tibi.
R./. Quia per sanctam crucem tuam redemisti mundum.


"Fue crucificado, muerto y sepultado..."
El cuerpo sin vida de Cristo fue depositado en el sepulcro. La piedra sepulcral, sin embargo, no es el sello definitivo de su obra.
La última palabra no pertenece a la falsedad, al odio y al atropello.
La última palabra será pronunciada por el Amor, que es más fuerte que la muerte.

"Si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda él solo; pero si muere, da mucho fruto" ( Jn 12, 24).
El sepulcro es la última etapa del morir de Cristo en el curso de su vida terrena; es signo de su sacrificio supremo por nosotros y por nuestra salvación.

Muy pronto este sepulcro se convertirá en el primer anuncio de alabanza y exaltación del Hijo de Dios en la gloria del Padre.
"Fue crucificado, muerto y sepultado (...) al tercer día resucitó de entre los muertos".
Con la deposición del cuerpo sin vida de Jesús en el sepulcro, a los pies del Gólgota, la Iglesia inicia la vigilia del Sábado Santo.
María conserva en lo profundo de su corazón y medita la pasión del Hijo;
las mujeres se citan para la mañana del día siguiente del sábado, para ungir con aromas el cuerpo de Cristo;
los discípulos se reúnen, ocultos en el Cenáculo, hasta que no haya pasado el sábado.

Esta vigilia acabará con el encuentro en el sepulcro, el sepulcro vacío del Salvador.
Entonces el sepulcro, testigo mudo de la resurrección, hablará.
La losa levantada, el interior vacío, las vendas por tierra,
será lo que verá Juan, llegado al sepulcro junto con Pedro:
"Vio y creyó" ( Jn 20, 8).
Y, con él, creyó la Iglesia, que desde aquel momento no se cansa de transmitir al mundo esta verdad fundamental de su fe: "Cristo ha resucitado de entre los muertos, primicia de todos los que han muerto" ( 1 Co 15, 20).

El sepulcro vacío es signo de la victoria definitiva,
de la verdad sobre la mentira,
del bien sobre el mal,
de la misericordia sobre el pecado,
de la vida sobre la muerte.
El sepulcro vacío es signo de la esperanza que "no defrauda" (Rm 5, 5). "Nuestra esperanza está llena de inmortalidad" (Sb 3, 4).


ORACIÓN

Señor Jesucristo,
que por el Padre, con la potencia del Espíritu Santo,
fuiste llevado desde las tinieblas de la muerte
a la luz de una nueva vida en la gloria,
haz que el signo del sepulcro vacío
nos hable a nosotros y a las generaciones futuras
y se convierta en fuente viva de fe,
de caridad generosa
y de firmísima esperanza.
A ti, Jesús, presencia escondida y victoriosa
en la historia del mundo
honor y gloria por los siglos
R./. Amén.

Todos:
Pater noster, qui es in caelis:sanctificetur nomen tuum;adveniat regnum tuum;fiat voluntas tua, sicut in caelo et in terra.Panem nostrum cotidianum da nobis hodie;et dimitte nobis debita nostra,sicut et nos dimittimus debitoribus nostris;et ne nos inducas in tentationem;sed libera nos a malo.

Canto Quando corpus morietur, fac ut animæ donetur paradisi gloria. Amén.


El Santo Padre dirige la palabra a los presentes.
Al final de la alocución, el Santo Padre imparte la Bendición Apostólica.

V/. Dominus vobiscum.
R/. Et cum spiritu tuo.

V/. Sit nomen Domini benedictum.
R/. Ex hoc nunc et usque in sæculum.

V/. Adiutorium nostum in nomine Domini.
R/. Qui fecit cælum et terram.

V/. Benedicat vos omnipotens Deus,
Pater et Filius et Spiritus Sanctus.
R/. Amen

miércoles, 20 de abril de 2011

Viglia Pascual en la Noche Santa (A)

PRIMERA LECTURA

Lectura del libro del Génesis 1, 1-2, 2

Al principio creó Dios el cielo y la tierra. La tierra era un caos informe; sobre la faz del abismo, la tiniebla. Y el aliento de Dios se cernía sobre la faz de las aguas.
Y dijo Dios:
-«Que exista la luz »
Y la luz existió.
Y vio Dios que la luz era buena. Y separó Dios la luz de la tiniebla; llamó Dios a la luz «Día»; a la tiniebla, «Noche».
Pasó una tarde, pasó una mañana: el día primero.
Y dijo Dios:
-«Que exista una bóveda entre las aguas, que separe aguas de aguas.»
E hizo Dios una bóveda y separó las aguas de debajo de la bóveda de las aguas de encima de la bóveda.
Y así fue. Y llamó Dios a la bóveda «Cielo».
Pasó una tarde, pasó una mañana: el día segundo.
Y dijo Dios:
-«Que se junten las aguas de debajo del cielo en un solo sitio, y  que aparezcan los continentes.»
Y así fue.
Y llamó Dios a los continentes «Tierra», y a la masa de las aguas la llamó «Mar».
Y vio Dios que era bueno.
Y dijo Dios:
-«Verdee la tierra hierba verde que engendre semilla, y árboles frutales que den fruto según su especie y que lleven semilla sobre la tierra.»
Y así fue. La tierra brotó hierba verde que engendraba semilla según su especie, y árboles que daban fruto y llevaban semilla según su especie.
Y vio Dios que era bueno. Pasó una tarde, pasó una mañana: el día tercero.
Y dijo Dios:
-«Que existan lumbreras en la bóveda del cielo, para separar el día de la noche, para señalar las fiestas, los días y los años; y sirvan de lumbreras en la bóveda del cielo, para dar luz sobre la tierra.»
Y así fue.
E hizo Dios dos lumbreras grandes: la lumbrera mayor para regir el día, la lumbrera menor para regir la noche, y las estrellas. Y las puso Dios en la bóveda del cielo, para dar luz sobre la tierra; para regir el día y la noche, para separar la luz de la tiniebla.
Y vio Dios que era bueno.
Pasó una tarde, pasó una mañana: el día cuarto.
Y dijo Dios:
-«Pululen las aguas un pulular de vivientes, y pájaros vuelen sobre la tierra frente a la bóveda del cielo.»
Y creó Dios los cetáceos y los vivientes que se deslizan y que el agua hizo pulular según sus especies, y las aves aladas según sus especies.
Y vio Dios que era bueno.
Y Dios los bendijo, diciendo:
-«Creced, multiplicaos, llenad las aguas del mar; que las aves se multipliquen en la tierra.»
Pasó una tarde, pasó una mañana: el día quinto.
Y dijo Dios:
-«Produzca la tierra vivientes según sus especies: animales domésticos, reptiles y fieras según sus especies.»
Y así fue.
E hizo Dios las fieras según sus especies, los animales domésticos según sus especies y los reptiles según sus especies.
Y vio Dios que era bueno.
Y dijo Dios:
-«Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza; que domine los peces del mar, las aves del cielo, los animales domésticos, los reptiles de la tierra.»
Y creó Dios al hombre a su imagen; a imagen de Dios lo creó; hombre y mujer los creó.
Y los bendijo Dios y les dijo:
-«Creced, multiplicaos, llenad la tierra y sometedla; dominad los peces del mar, las aves del cielo, los vivientes que se mueven sobre la tierra.»
Y dijo Dios:
-«Mirad, os entrego todas las hierbas que engendran semilla sobre la faz de la tierra; y todos los árboles frutales que engendran semilla os servirán de alimento; y a todas las fieras de la tierra, a todas las aves del cielo, a todos los reptiles de la tierra, a todo ser que respira, la hierba verde les servirá de alimento.»
Y así fue.
Y vio Dios todo lo que había hecho; y era muy bueno.
Pasó una tarde, pasó una mañana: el día sexto. Y quedaron concluidos el cielo, la tierra y sus ejércitos.
Y concluyó Dios para el día séptimo todo el trabajo que había hecho; y descansó el día séptimo de todo el trabajo que había hecho.

Palabra de Dios




SALMO RESPONSORIAL Sal 32, 4-5. 6-7. 12-13. 20 y 22.

R. La misericordia del Señor llena la tierra.

La palabra del Señor es sincera,
y todas sus acciones son leales;
él ama la justicia y el derecho,
y su misericordia llena la tierra. R.

La palabra del Señor hizo el cielo;
el aliento de su boca, sus ejércitos;
encierra en un odre las aguas marinas,
mete en un depósito el océano. R.

Dichosa la nación cuyo Dios es el Señor,
el pueblo que él se escogió como heredad.
El Señor mira desde el cielo,
se fija en todos los hombres. R.

Nosotros aguardamos al Señor:
él es nuestro auxilio y escudo.
Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros,
como lo esperamos de ti. R.


SEGUNDA LECTURA

Lectura del libro del Génesis 22, 1-18

En aquellos días, Dios puso a prueba a Abrahán, llamándole:
-«¡Abrahán!»
Él respondió:
-«Aquí me tienes.»
Dios le dijo:
-«Toma a tu hijo único, al que quieres, a Isaac, y vete al país de Moria y ofrécemelo allí en sacrificio en uno de los montes que yo te indicaré.»
Abrahán madrugó, aparejó el asno y se llevó consigo a dos criados y a su hijo Isaac; cortó leña para el sacrificio y se encaminó al lugar que le había indicado Dios.
El tercer día levantó Abrahán los ojos y descubrió el sitio de lejos. Y Abrahán dijo a sus criados:
-«Quedaos aquí con el asno; yo con el muchacho iré hasta allá para adorar, y después volveremos con vosotros.»
Abrahán tomó la leña para el sacrificio, se la cargó a su hijo Isaac, y él llevaba el fuego y el cuchillo. Los dos caminaban juntos.
Isaac dijo a Abrahán, su padre:
-«Padre.»
Él respondió:
-«Aquí estoy, hijo mío.»
El muchacho dijo:
-«Tenemos fuego y leña, pero, ¿dónde está el cordero para el sacrificio?»
Abrahán contestó:
-«Dios proveerá el cordero para el sacrificio, hijo mío.» Y siguieron caminando juntos.
Cuando llegaron al sitio que le había dicho Dios, Abrahán levantó allí el altar y apiló la leña, luego ató a su hijo Isaac y lo puso sobre el altar, encima de la leña. Entonces Abrahán tomó el cuchillo para degollar a su hijo; pero el ángel del Señor le gritó desdeel cielo:
-«¡Abrahán, Abrahán!»
Él contestó:
-«Aquí me tienes.»
El ángel le ordenó:
-«No alargues la mano contra tu hijo ni le hagas nada. Ahora sé que temes a Dios, porque no te has reservado a tu hijo, tu único hijo.»
Abrahán levantó los ojos y vio un carnero enredado por los cuernos en la maleza. Se acercó, tomó el carnero y lo ofreció en sacrificio en lugar de su hijo. Abrahán llamó aquel sitio «El Señor ve», por lo que se dice aún hoy «El monte del Señor ve.»
El ángel del Señor volvió a gritar a Abrahán desde el cielo:
-«Juro por mí mismo -oráculo del Señor-: Por haber hecho esto, por no haberte reservado tu hijo único, te bendeciré, multiplicaré a tus descendientes como las estrellas del cielo y como la arena de la playa. Tus descendientes conquistarán las puertas de las ciudades enemigas. Todos los pueblos del mundo se bendecirán con tu descendencia, porque me has obedecido.»

Palabra de Dios



SALMO RESPONSORIAL Sal 15, 5 y 8. 9-10. 11 R.

R. Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti.

El Señor es el lote de mi heredad y mi copa;
mi suerte está en tu mano.
Tengo siempre presente al Señor,
con él a mi derecha no vacilaré. R.

Por eso se me alegra el corazón,
se gozan mis entrañas,
y mi carne descansa serena.
Porque no me entregarás a la muerte,
ni dejarás a tu fiel conocer la corrupción. R

Me enseñarás el sendero de la vida,
me saciarás de gozo en tu presencia,
de alegría perpetua a tu derecha. R.


TERCERA LECTURA

Lectura del libro del Éxodo 14, 15-15, 1

En aquellos días, dijo el Señor a Moisés:
-«¿Por qué sigues clamando a mí? Di a los israelitas que se pongan en marcha. Y tú, alza tu cayado, extiende tu mano sobre el mar y divide lo, para que -los israelitas entren en medio del mar a pie enjuto. Que yo voy a endurecer el corazón de los egipcios para que los persigan, y me cubriré de gloria a costa del Faraón y de todo su ejército, de sus carros y de los guerreros. Sabrán los egipcios que yo soy el Señor, cuando me haya cubierto de gloria a costa del Faraón, de sus carros y de sus guerreros. »
Se puso en marcha el ángel del Señor, que iba al frente del ejército de Israel, y pasó a retaguardia. También la columna de nube de delante se desplazó de allí y se colocó detrás, poniéndose entre el campamento de los egipcios y el campamento de los israelitas. La nube era tenebrosa y transcurrió toda la noche sin que los ejércitos pudieran trabar contacto. Moisés extendió su mano sobre el mar, y el Señor hizo soplar durante toda la noche un fuerte viento del este, que secó el mar, y se dividieron las aguas. Los israelitas entraron en medio del mar a pie enjuto, mientras que las aguas formaban muralla a derecha e izquierda. Los egipcios se lanzaron en su persecución, entrando tras ellos, en medio del mar, todos los caballos del Faraón y los carros con sus guerreros.
Mientras velaban al amanecer, miró el Señor al campamento egipcio, desde la columna de fuego y nube, y sembró el pánico en el campamento egipcio. Trabó las ruedas de sus carros y las hizo avanzar pesadamente.
Y dijo Egipto:
-«Huyamos de Israel, porque el Señor lucha en su favor contra Egipto. »
Dijo el Señor a Moisés:
-«Extiende tu mano sobre el mar, y vuelvan las aguas sobre los egipcios, sus carros y sus jinetes.»
Y extendió Moisés su mano sobre el mar; y al amanecer volvía el mar a su curso de siempre. Los egipcios, huyendo, iban a su encuentro, y el Señor derribó a los egipcios en medio del mar.
Y volvieron las aguas y cubrieron los carros, los jinetes y todo el ejército del Faraón, que lo había seguido por el mar. Ni uno solo se salvó.
Pero los hijos de Israel caminaban por lo seco en medio del mar; las aguas les hacían de muralla a derecha e izquierda.
Aquel día salvó el Señor a Israel de las manos de Egipto. Israel vio a los egipcios muertos, en la orilla del mar. Israel vio la mano grande del Señor obrando contra los egipcios, y el pueblo temió al Señor, y creyó en el Señor y en Moisés, su siervo.
Entonces Moisés y los hijos de Israel cantaron este canto al Señor:


SALMO RESPONSORIAL Ex 15, 1-2. 3-4. 5-6. 17-18

R. Cantaré al Señor, sublime es su victoria.

Cantaré al Señor, sublime es su victoria,
caballos y carros ha arrojado en el mar.
Mi fuerza y mi poder es el Señor,
él fue mi salvación. Él es mi Dios: yo lo alabaré;
el Dios de mis padres: yo lo ensalzaré. R.

El Señor es un guerrero,
su nombre es «Yahvé».
Los carros del Faraón los lanzó al mar,
ahogó en el mar Rojo a sus mejores capitanes. R.

Las olas los cubrieron,
bajaron hasta el fondo como piedras.
Tu diestra, Señor, es fuerte y terrible,
tu diestra, Señor, tritura al enemigo. R.

Los introduces y los plantas en el monte de tu heredad,
lugar del que hiciste tu trono, Señor;
santuario, Señor, que fundaron tus manos.
El Señor reina por siempre jamás. R.



EPÍSTOLA

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos 6, 3-11

Hermanos:
Los que por el bautismo nos incorporamos a Cristo fuimos incorporados a su muerte.
Por el bautismo fuimos sepultados con él en la muerte, para que, así corno Cristo fue resucitado de entre los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en una vida nueva.
Porque, si nuestra existencia está unida a él en una muerte como la suya, lo estará también en una resurrección como la suya.
Comprendamos que nuestra vieja condición ha sido crucificada con Cristo, quedando destruida nuestra personalidad de pecadores, y nosotros libres de la esclavitud al pecado; porque el que muere ha quedado absuelto del pecado.
Por tanto, si hemos muerto con Cristo, creemos que también viviremos con él; pues sabernos que Cristo, una vez resucitado de entre los muertos, ya no muere más; la muerte ya no tiene dominio sobre él. Porque su morir fue un morir al pecado de una vez para siempre; y su vivir es un vivir para Dios.
Lo mismo vosotros, consideraos muertos al pecado y vivos para Dios en Cristo Jesús.


SALMO RESPONSORIAL Sal 117, 1-2. 16ab-17. 22-23

R. Aleluya, aleluya, aleluya.

Dad gracias al Señor porque es bueno,
porque es eterna su misericordia.
Diga la casa de Israel:
eterna es su misericordia. R.

La diestra del Señor es poderosa,
la diestra del Señor es excelsa.
No he de morir, viviré
para contar las hazañas del Señor. R.

La piedra que desecharon los arquitectos
es ahora la piedra angular.
Es el Señor quien lo ha hecho,
ha sido un milagro patente. R.


EVANGELIO



Lectura del santo evangelio según san Mateo 28, 1-10

En la madrugada del sábado, al alborear el primer día de la semana, fueron María Magdalena y la otra María a ver el sepulcro. Y de pronto tembló fuertemente la tierra, pues un ángel del Señor, bajando del cielo y acercándose, corrió la piedra y se sentó encima. Su aspecto era de relámpago y su vestido blanco como la nieve; los centinelas temblaron de miedo y quedaron corno muertos. El ángel habló a las mujeres:
-«Vosotras, no temáis; ya sé que buscáis a Jesús, el crucificado.
No está aquí. Ha resucitado, como había dicho. Venid a ver el sitio donde yacía e id aprisa a decir a sus discípulos: "Ha resucitado de entre los muertos y va por delante de vosotros a Galilea. Allí lo veréis." Mirad, os lo he anunciado.»
Ellas se marcharon a toda prisa del sepulcro; impresionadas y llenas de alegría, corrieron a anunciarlo a los discípulos.
De pronto, Jesús les salió al encuentro y les dijo:
-«Alegraos.»
Ellas se acercaron, se postraron ante él y le abrazaron los pies.
Jesús les dijo:
-«No tengáis miedo: id a comunicar a mis hermanos que vayan a Galilea; allí me verán.»

Palabra del Señor

domingo, 17 de abril de 2011

Domingo de Ramos (A)

PROCESIÓN




Lectura del santo evangelio según san Mateo 21, 1-11

Cuando se acercaban a Jerusalén y llegaron a Betfagé, junto al monte de los Olivos, Jesús mandó dos discípulos, diciéndoles:
-«Id a la aldea de enfrente, encontraréis en seguida una borrica atada con su pollino, desatadlos y traédmelos. Si alguien os dice algo, contestadle que el Señor los necesita y los devolverá pronto.»
Esto ocurrió para que se cumpliese lo que dijo el profeta: «Decid a la hija de Sión: "Mira a tu rey, que viene a ti, humilde, montado en un asno, en un pollino, hijo de acémila".» Fueron los discípulos e hicieron lo que les había mandado Jesús: trajeron la borrica y el pollino, echaron encima sus mantos, y Jesús se montó. La multitud extendió sus mantos por el camino; algunos cortaban ramas de árboles y alfombraban la calzada. Y la gente que iba delante y detrás gritaba:
-«¡Hosanna al Hijo de David! ¡Bendito el que viene en nombre del Señor! ¡Hosanna en el cielo!»
Al entrar en Jerusalén, toda la ciudad preguntaba alborotada:
-«¿Quién es éste?»
La gente que venía con él decía:
-«Es Jesús, el Profeta de Nazaret de Galilea.»

Palabra de Dios.


MISA


PRIMERA LECTURA

Lectura del libro de Isaías 50, 4-7

Mi Señor me ha dado una lengua de iniciado, para saber decir al abatido una palabra de aliento. Cada mañana me espabila el oído, para que escuche como los iniciados. El Señor me abrió el oído. Y yo no resistí ni me eché atrás: ofrecí la espalda a los que me apaleaban, las mejillas a los que mesaban mi barba; no me tapé el rostro ante ultrajes ni salivazos. El Señor me ayuda, por eso no sentía los ultrajes; por eso endurecí el rostro como pedernal, sabiendo que no quedaría defraudado.

Palabra de Dios.


SALMO RESPONSORIAL Sal 21, 8-9. 17-18a. 19-20. 23-24

R. Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?

Al verme, se burlan de mí,
hacen visajes, menean la cabeza:
«Acudió al Señor, que lo ponga a salvo;
que lo libre, si tanto lo quiere.» R.

Me acorrala una jauría de mastines,
me cerca una banda de malhechores;
me taladran las manos y los pies,
puedo contar mis huesos. R.

Se reparten mi ropa,
echan a suertes mi túnica.
Pero tú, Señor, no te quedes lejos;
fuerza mía, ven corriendo a ayudarme. R.

Contaré tu fama a mis hermanos,
en medio de la asamblea te alabaré.
Fieles del Señor, alabadlo;
linaje de Jacob, glorificadlo;
temedlo, linaje de Israel. R.


SEGUNDA LECTURA

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Filipenses 2, 6-11

Cristo, a pesar de su condición divina, no hizo alarde de su categoría de Dios; al contrario, se despojó de su rango y tomó la condición de esclavo, pasando por uno de tantos. Y así, actuando como un hombre cualquiera, se rebajó hasta someterse incluso a la muerte, y una muerte de cruz. Por eso Dios lo levantó sobre todo y le concedió el «Nombre-sobre-todo-nombre»; de modo que al nombre de Jesús toda rodilla se doble en el cielo, en la tierra, en el abismo, y toda lengua proclame: Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre.

Palabra de Dios.


EVANGELIO

Pasión de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo 27, 11-54



C. En aquel tiempo, Jesús fue llevado ante Poncio Pílato, y el gobernador le preguntó:
S. -«¿Eres tú el rey de los judíos?»
C. Jesús respondió:
+ -«Tú lo dices.»
C. Y, mientras lo acusaban los sumos sacerdotes y los ancianos, no contestaba nada. Entonces Tilato le preguntó:
S. -«¿No oyes cuántos cargos presentan contra ti?»
C. Como no contestaba a ninguna pregunta, el gobernador estaba muy extrañado. Por la fiesta, el gobernador solía soltar un preso, el que la gente quisiera. Habla entonces un preso famoso, llamado Barrabás. Cuando la gente acudió, les dijo Pilato:
S. -«¿A quién queréis que os suelte, a Barrabás o a Jesús, a quien llaman el Mesías?»
C. Pues sabia que se lo hablan entregado por envidia. Y, mientras estaba sentado en el tribunal, su mujer le mandó a decir:
S. -«No te metas con ese justo, porque esta noche he sufrido mucho soñando con él.»
C. Pero los sumos sacerdotes y los ancianos convencieron a la gente que pidieran el indulto de Barrabás y la muerte de Jesús. El gobernador preguntó:
S. -«¿A cuál de los dos queréis que os suelte?»
C. Ellos dijeron:
S. -«A Barrabás.»
C. Pilato les preguntó:
S. -«¿Y qué hago con Jesús, llamado el Mesías?»
C. Contestaron todos:
S. -«Que lo crucifiquen.»
C. Pilato insistió:
S. -«Pues, ¿qué mal ha hecho?»
C. Pero ellos gritaban más fuerte:
S. -«¡Que lo crucifiquen!»
C. Al ver Pilato que todo era inútil y que, al contrario, se estaba formando un tumulto, tomó agua y se lavó las manos en presencia e la multitud, diciendo:
S. -«Soy inocente de esta sangre. ¡Allá vosotros!»
C. Y el pueblo entero contestó:
S. -«¡Su sangre caiga sobre nosotros y sobre nuestros hijos!»
C. Entonces les soltó a Barrabás; y a Jesús, después de azotarlo, lo entregó para que lo crucificaran. Los soldados del gobernador se llevaron a Jesús al pretorio y reunieron alrededor de él a toda la compañía: lo desnudaron y le pusieron un manto de color púrpura y, trenzando una corona de espinas, se la ciñeron a la cabeza y le pusieron una caña en la mano derecha. Y, doblando ante él la rodilla, se burlaban de él, diciendo:
S. -«¡Salve, rey de los judíos!»



C. Luego le escupían, le quitaban la caña y le golpeaban con ella la cabeza. Y, terminada la burla, le quitaron el manto, le pusieron su ropa y lo llevaron a crucificar. Al salir, encontraron a un hombre de Cirene, llamado Simón, y lo forzaron a que llevara la cruz. Cuando llegaron al lugar llamado Gólgota (que quiere decir: «La Calavera»), le dieron a beber vino mezclado con hiel; él lo probó, pero no quiso beberlo. Después de crucificarlo, se repartieron su ropa, echándola a suertes, y luego se sentaron a custodiarlo. Encima de su cabeza colocaron un letrero con la acusación: «Éste es Jesús, el rey de los judíos.» Crucificaron con él a dos bandidos, uno a la derecha y otro a la izquierda. Los que pasaban lo injuriaban y decían, meneando la cabeza:
S. -«Tú que destruías el templo y lo reconstruías en tres días, sálvate a ti mismo; si eres Hijo de Dios, baja de la cruz.»
C. Los sumos sacerdotes con los escribas y los ancianos se burlaban también, diciendo:
S. -«A otros ha salvado, y él no se puede salvar. ¿No es el rey de Israel? Que baje ahora de la cruz, y le creeremos. ¿No ha confiado en Dios? Si tanto lo quiere Dios, que lo libre ahora. ¿No decía que era Hijo de Dios?»
C. Hasta los bandidos que estaban crucificados con él lo insultaban. Desde el mediodía hasta la media tarde, vinieron tinieblas sobre toda aquella región. A media tarde, Jesús gritó:
+ -«Elí, Elí, lamá sabaktaní.»
C. (Es decir:
+ -«Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?»)
C. Al oírlo, algunos de los que estaban por allí dijeron:
S. -«A Elías llama éste.»
C. Uno de ellos fue corriendo; en seguida, cogió una esponja empapada en vinagre y, sujetándola en una caña, le dio a beber. Los demás decían:
S. -«Déjalo, a ver si viene Elías a salvarlo.»
C. Jesús dio otro grito fuerte y exhaló el espíritu. Entonces, el velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo; la tierra tembló, las rocas se rajaron. Las tumbas se abrieron, y muchos cuerpos de santos que habían muerto resucitaron. Después que él resucitó, salieron de las tumbas, entraron en la Ciudad santa y se aparecieron a muchos. El centurión y sus hombres, que custodiaban a Jesús, al ver el terremoto y lo que pasaba, dijeron aterrorizados:
S. -«Realmente éste era Hijo de Dios.»

Palabra del Señor.


sábado, 9 de abril de 2011

Domingo 5º de Cuaresma (A)

PRIMERA LECTURA

Lectura de la profecía de Ezequiel 37, 12-14

Así dice el Señor:
-«Yo mismo abriré vuestros sepulcros, y os haré salir de vuestros sepulcros, pueblo mío, y os traeré a la tierra de Israel. Y, cuando abra vuestros sepulcros y os saque de vuestros sepulcros, pueblo mío, sabréis que soy el Señor. Os infundiré mi espíritu, y viviréis; os colocaré en vuestra tierra y sabréis que yo, el Señor, lo digo y lo hago.»
Oráculo del Señor.

Palabra de Dios.


SALMO RESPONSORIAL Sal 129, 1-2. 3-4ab. 4c-6. 7-8

R. Del Señor viene la misericordia, la redención copiosa.

Desde lo hondo a ti grito, Señor;
Señor, escucha mi voz,
estén tus oídos atentos
a la voz de mi súplica. R.

Si llevas cuentas de los delitos, Señor,
¿quién podrá resistir?
Pero de ti procede el perdón,
y así infundes respeto. R.

Mi alma espera en el Señor,
espera en su palabra;
mi alma aguarda al Señor,
más que el centinela la aurora.
Aguarde Israel al Señor,
como el centinela la aurora. R.

Porque del Señor viene la misericordia,
la redención copiosa;
y él redimirá a Israel
de todos sus delitos. R.


SEGUNDA LECTURA

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos 8, 8-11

Hermanos:
Los que viven sujetos a la carne no pueden agradar a Dios. Pero vosotros no estáis sujetos a la carne, sino al espíritu, ya que el Espíritu de Dios habita en vosotros. El que no tiene el Espíritu de Cristo no es de Cristo. Pues bien, si Cristo está en vosotros, el cuerpo está muerto por el pecado, pero el espíritu vive por la justificación obtenida. Si el Espíritu del que resucitó a Jesús de entre los muertos habita en vosotros, el que resucitó de entre los muertos a Cristo Jesús vivificará también vuestros cuerpos mortales, por el mismo Espíritu que habita en vosotros.

Palabra de Dios.


EVANGELIO



Lectura del santo evangelio según san Juan 11, 1-45

En aquel tiempo, un cierto Lázaro, de Betania, la aldea de María y de Marta, su hermana, había caído enfermo. (María era la que ungió al Señor con perfume y le enjugó los pies con su cabellera: el enfermo era su hermano Lázaro). Las hermanas le mandaron recado a Jesús, diciendo:
- Señor, tu amigo está enfermo.
Jesús, al oírlo, dijo:
- Esta enfermedad no acabará en la muerte, sino que servirá para la gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea glorificado por ella.
Jesús amaba a Marta, a su hermana y a Lázaro. Cuando se enteró de que estaba enfermo, se quedó todavía dos días en donde estaba. Sólo entonces dice a sus discípulos:
- Vamos otra vez a Judea.
Los discípulos le replican:
- Maestro, hace poco intentaban apedrearte los judíos, ¿y vas a volver allí?
Jesús contestó:
- ¿No tiene el día doce horas? Si uno camina de día, no tropieza, porque ve la luz de este mundo; pero si camina de noche, tropieza porque le falta la luz.
Dicho esto añadió:
- Lázaro, nuestro amigo, está dormido: voy a despertarlo.
Entonces le dijeron sus discípulos:
- Señor, si duerme, se salvará.
(Jesús se refería a su muerte; en cambio, ellos creyeron que hablaba del sueño natural.) Entonces Jesús les replicó claramente:
- Lázaro ha muerto, y me alegro por vosotros de que no hayamos estado allí, para que creáis. Y ahora vamos a su casa.
Entonces Tomás, apodado el Mellizo, dijo a los demás discípulos:
- Vamos también nosotros, y muramos con él.
Cuando Jesús llegó, Lázaro llevaba ya cuatro días enterrado. Betania distaba poco de Jerusalén: unos tres kilómetros; y muchos judíos habían ido a ver a Marta y a María, para darles el pésame por su hermano. Cuando Marta se enteró de que llegaba Jesús, salió a su encuentro, mientras María se quedaba en casa. Y dijo Marta a Jesús:
- Señor, si hubieras estado aquí no habría muerto mi hermano. Pero aún ahora sé que todo lo que pidas a Dios, Dios te lo concederá.
Jesús le dijo:
- Tu hermano resucitará.
Marta respondió:
- Sé que resucitará en la resurrección del último día.
Jesús le dice:
- Yo soy la resurrección y la vida: el que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá; y el que está vivo y cree en mí, no morirá para siempre. ¿Crees esto?
Ella le contestó:
- Sí, Señor: yo creo que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, el que tenía que venir al mundo.
Y dicho esto, fue a llamar a su hermana María, diciéndole en voz baja:
- El Maestro está ahí, y te llama.
Apenas lo oyó, se levantó y salió adonde estaba él: porque Jesús no había entrado todavía en la aldea, sino que estaba aún donde Marta lo había encontrado. Los judíos que estaban con ella en casa consolándola, al ver que María se levantaba y salía deprisa, la siguieron, pensando que iba al sepulcro a llorar allí. Cuando llegó María adonde estaba Jesús, al verlo se echó a sus pies diciéndole:
- Señor, si hubieras estado aquí, no habría muerto mi hermano.
Jesús, viéndola llorar a ella y viendo llorar a los judíos que la acompañaban, sollozó y muy conmovido preguntó:
- ¿Dónde lo habéis enterrado?
Le contestaron:
- Señor, ven a verlo.
Jesús se echó a llorar.
Los judíos comentaban
- ¡Cómo lo quería!
Pero algunos dijeron:
- Y uno que le ha abierto los ojos a un ciego, ¿no podía haber impedido que muriera éste?
Jesús, sollozando de nuevo, llegó a la tumba. (Era una cavidad cubierta con una losa.) Dijo Jesús:
- Quitad la losa.
Marta, la hermana del muerto, le dijo:
- Señor, ya huele mal, porque lleva cuatro días.
Jesús le dijo:
- ¿No te he dicho que, si crees, verás la gloria de Dios?
Entonces quitaron la losa.
Jesús, levantando los ojos a lo alto, dijo:
- Padre, te doy gracias porque me has escuchado; yo sé que tú me escuchas siempre; pero lo digo por la gente que me rodea para que crean que tú me has enviado.
Y dicho esto, gritó con voz potente:
- Lázaro, ven afuera.
El muerto salió, los pies y las manos atados con vendas, y la cara envuelta en un sudario. Jesús les dijo:
- Desatadlo y dejadlo andar.
Y muchos judíos que habían venido a casa de María, al ver lo que había hecho Jesús, creyeron en él.

Palabra del Señor