Acordaos, ¡oh piadosísima Virgen María!,
que jamás se ha oído decir que ninguno de los que han acudido a vuestra
protección, implorado vuestra asistencia y reclamado vuestro socorro, haya sido
abandonado de Vos. Animado con esta confianza, a Vos también acudo, ¡oh Madre,
Virgen de las vírgenes!, y aunque gimiendo bajo el peso de mis pecados, me atrevo
a aparecer ante vuestra presencia soberana. No desechéis, ¡oh Madre de Dios!, mis
humildes súplicas, antes bien inclinad a ellas vuestros oídos y dignaos
atenderlas favorablemente. Amén.
lunes, 6 de mayo de 2013
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