María, Madre de Jesús y Madre mía,
a quien abro mi corazón
para librarlo de sus ataduras,
para alimentarlo con la nueva vida.
María, tú eres mi amiga,
la rosa tan blanca de la pureza,
la sonrisa amplia y alegre de un niño,
la estrella verdadera de la paz.
María, tu corazón es grande,
es un reino de libertad
y un reflejo de mis más nobles ideales.
María, acompáñame y edúcame a dar
y recibir, a reinar y servir.
Que en mis luchas y victorias
siempre estés tú. Que todos seamos
hermanos caminantes hacia el Padre
y constructores de un mundo nuevo.
Y átanos a ti con cadenas que nunca
se rompan, hasta que te veamos a ti,
y a tu Hijo Jesús. Amén.
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